“Un nuevo contrato moral es la construcción de la paz y de la nueva prosperidad en la Argentina y América Latina” - Elisa -

jueves, 19 de agosto de 2010

Carrió y los desafíos de la oposición

Carrió y los desafíos de la oposición

Rogelio Alaniz

Hay buenos motivos para creer que la decisión de Elisa Carrió de alejarse del Acuerdo Cívico es una torpeza política porque divide el arco opositor, estimula las rencillas internas entre dirigentes y, de alguna manera fortalece el poder del oficialismo. El más improvisado político sabe que el oficio opositor consiste en sumar aliados y disimular las diferencias. En todos los casos los acuerdos se establecen con quienes piensan diferente, aclarando que ese “pensar diferente” no alude sólo a una referencia teórica sino a cuestiones prácticas que incluyen ambiciones, intereses e incluso vicios y defectos.


Se supone que la política, sobre todo la política democrática, trabaja con la materia irregular, imperfecta de la realidad. Max Weber lo decía con su tono descarnado: “Quien quiera salvar su alma que no recorra las avenidas de la política”. es que el realismo es el componente básico de la actividad política, el imperativo que ningún político puede rehuir aunque -bueno es saberlo- el político que trasciende no es el que se ha sometido pasivamente a la realidad, sino el que sin desconocer la consistencia del piso por donde camina siempre se esfuerza por ir un poco mas allá.


La reivindicación del realismo no puede ser sin embargo una coartada para la injusticia y la corrupción. Weber es el que habla con más entusiasmo de una ética de la convicción y una ética de la responsabilidad. Recurriendo a esa fuente los políticos insisten que ellos se deben a la ética de la responsabilidad. Perfecto. Nada que objetar, siempre y cuando tengan en cuenta que la “responsabilidad” no es luz verde para cualquier canallada. Por el contrario, es, en primer lugar, una ética, una ética cuyo objetivo es el orden justo de la sociedad.


¿Elisa Carrió está más cerca de la ética de la convicción que de la ética de la responsabilidad?. Si y no. Por un lado es profética, su intransigencia según se mire evoca a Leandro Alem y Lisandro de la Torre, pero también a cierto misticismo cristiano, pero convengamos que su estrategia de acumulación de poder ha sido muy realista y le ha dado buenos resultados. Después de quince años de liderazgo político en un país especializado en picar carne, Carrió ha demostrado que es algo más que una exigente objetora de conciencias. La creación del ARI rompiendo el esquema inevitable de la clásica y frustrante coalición “nacional y popular” al estilo Partido Intransigente, Frente Grande o Proyecto Sur, demuestra que fue capaz de encontrar otros caminos para transitar la política y otros diagnósticos sobre la realidad que no son los que se debatieron en la Argentina en la segunda mitad del siglo veinte.


No sé qué pasará con el ARI y con el liderazgo de Carrió, lo que sé es que con independencia de los destinos personales algunas novedades de la política fueron incorporadas al debate por esta coalición. El ARI no sólo que resistió al anacrónico destino “izquierdista”, sino que supo trazar líneas divisorias importantes con el populismo y el neoliberalismo. El ARI desde esa perspectiva se constituye sobre la base de un fuerte reclamo ético, pero es algo más y pretende ser algo más que una corriente moralizadora. Basta leer sus programas y algunas consideraciones teóricas de sus intelectuales para apreciar que hay otra lectura, una lectura que incluye, además, a otros sujetos históricos más en sintonía con la realidad del siglo XXI y alejada de ese mito cada vez más degradado y anacrónico que hace de los “pobres” el destinatario de políticas que por la modalidad contemporánea del capitalismo degrada en clientelismo en sus versiones más corruptas.


El compromiso de la política con la realidad incluye otra dimensión y es aquella que postula que ante los dilemas que se presentan nunca existe una solución exclusiva. Aron lo expresa con su habitual lucidez. “Todo político está obligado a tomar decisiones con un conocimiento incompleto”. la reflexión intelectual nos exige durar, pero el oficio político nos reclama actuar como si no dudáramos. En esa tensión debe desenvolverse el hombre público y en esa tensión hay que pensar al estilo político de Carrió.


Valgan estas consideraciones para decir, en primer lugar, que si bien la decisión de Elisa Carrió de irse de la Coalición Cívica me parece equivocada, al mismo tiempo algo me sugiere que alguna cuota de verdad hay en ese gesto . Comparto, por ejemplo, el enunciado de que a Kirchner no se lo derrota con el pasado sino con el futuro. Se dirá que es un enunciado teórico, pero es también práctico porque tiene consecuencias prácticas. La sociedad argentina reclama mayoritariamente gobernabilidad y está dispuesta a votar esa opción incluso tapándose la nariz. El kirchnerismo garantiza ese tipo de gobernabilidad. Teóricamente no hay una sola fórmula de gobernabilidad, pero los Kirchner están interesados en hacerle creer a la gente que sólo ellos pueden conducir los destinos del país. Tal como se están ordenando los acontecimientos, las posibilidades de que se salgan con la suya son cada vez menos descabelladas.


Como las elecciones se ganan con votos, la tentación más grande de la oposición es sumar a todos los que están en contra del gobierno. El “rejunte” siempre es tentador, como es tentadora la fórmula de poder “roba pero hace” que practica el kirchnerismo con el aval “nacional y popular” de los muchachos de “Carta Abierta” y “6,7 y8″ . El “rejunte” en el llano para ganar y ” hacer y robar desde el poder” son dos fórmulas equivalentes de pensar la política. Podemos condenarlas, pero lo que no podemos desconocer es que en más de un caso dan resultados. Al respecto, la realidad nos enseña que muchas veces los “rejuntados” ganan, como muchas veces los “que roban pero hacen” son premiados por la sociedad que, como se ha demostrado en las últimas décadas, si les aseguran algunas comodidades materiales no tienen ningún problema de conciencia en votar a Drácula, del mismo modo que si esas comodidades le faltan tampoco tienen demasiados problemas de conciencia en traerlo a Drácula.


Pero el “rejunte” hoy ofrece otros inconvenientes de índole práctica. La sociedad está avisada sobre sus límites porque persiste la memoria de lo sucedido con la Alianza en el 2000; el otro inconveniente es más práctico aún: esforzarse por juntar el agua con el aceite es una propuesta imposible. El “rejunte” es malo no sólo por su incompetencia para gestionar luego; es malo porque no gana, porque como las telas de mala confección se le ve enseguida la hilacha. No sería esta la primera vez que en nombre del realismo los supuestos realistas terminan adhiriendo a una utopía. La política suele tender esas trampas a los que se pasan de listos y creen que todo está permitido. El refrán “hay sumas que restan” tiene la sabiduría del sentido común y también sus límites. La carta de Elisa Carrió apunta en esa dirección. A los Kirchner no se les gana reeditando otra alianza; se les gana superándolos. A la mala política se la derrota con buena política; a la corrupción se la derrota con virtud; al anacronismo se lo derrota con miradas reales hacia el futuro.


Puede que Carrió a veces se equivoque, puede que a veces sus beligerancia sea inoportuna o que algunos de sus diagnósticos no sean compartidos, pero a pesar de todo sigo creyendo que su intransigencia, su reivindicación empecinada a favor del hecho moral, su capacidad para elaborar discursos inteligentes, son necesarios. Y, además, alguien tiene que hacerlo. A Elisa Carrió hoy se nos hace difícil soportarla, pero si no está la vamos a extrañar.


Hace rato que he dejado de creer en los líderes perfectos, en los puros, en los dirigente infalibles. En realidad nunca ha creído en ellos. Sin embargo, no me resulta indiferente una dirigente que se esfuerza por instalar en el escenario a veces banalizado, a veces amoral de la política, el hecho moral y la inteligencia. No sé si esa será la fórmula para ganar las elecciones, pero si sé que la política sin esas consideraciones no me interesa.

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