Carrió y los desafíos de la oposición
Rogelio Alaniz
Hay buenos motivos para creer que la decisión de Elisa Carrió de alejarse del Acuerdo Cívico es una torpeza política porque divide el arco opositor, estimula las rencillas internas entre dirigentes y, de alguna manera fortalece el poder del oficialismo. El más improvisado político sabe que el oficio opositor consiste en sumar aliados y disimular las diferencias. En todos los casos los acuerdos se establecen con quienes piensan diferente, aclarando que ese “pensar diferente” no alude sólo a una referencia teórica sino a cuestiones prácticas que incluyen ambiciones, intereses e incluso vicios y defectos.
Se supone que la política, sobre todo la política democrática, trabaja con la materia irregular, imperfecta de la realidad. Max Weber lo decía con su tono descarnado: “Quien quiera salvar su alma que no recorra las avenidas de la política”. es que el realismo es el componente básico de la actividad política, el imperativo que ningún político puede rehuir aunque -bueno es saberlo- el político que trasciende no es el que se ha sometido pasivamente a la realidad, sino el que sin desconocer la consistencia del piso por donde camina siempre se esfuerza por ir un poco mas allá.
La reivindicación del realismo no puede ser sin embargo una coartada para la injusticia y la corrupción. Weber es el que habla con más entusiasmo de una ética de la convicción y una ética de la responsabilidad. Recurriendo a esa fuente los políticos insisten que ellos se deben a la ética de la responsabilidad. Perfecto. Nada que objetar, siempre y cuando tengan en cuenta que la “responsabilidad” no es luz verde para cualquier canallada. Por el contrario, es, en primer lugar, una ética, una ética cuyo objetivo es el orden justo de la sociedad.
¿Elisa Carrió está más cerca de la ética de la convicción que de la ética de la responsabilidad?. Si y no. Por un lado es profética, su intransigencia según se mire evoca a Leandro Alem y Lisandro de
No sé qué pasará con el ARI y con el liderazgo de Carrió, lo que sé es que con independencia de los destinos personales algunas novedades de la política fueron incorporadas al debate por esta coalición. El ARI no sólo que resistió al anacrónico destino “izquierdista”, sino que supo trazar líneas divisorias importantes con el populismo y el neoliberalismo. El ARI desde esa perspectiva se constituye sobre la base de un fuerte reclamo ético, pero es algo más y pretende ser algo más que una corriente moralizadora. Basta leer sus programas y algunas consideraciones teóricas de sus intelectuales para apreciar que hay otra lectura, una lectura que incluye, además, a otros sujetos históricos más en sintonía con la realidad del siglo XXI y alejada de ese mito cada vez más degradado y anacrónico que hace de los “pobres” el destinatario de políticas que por la modalidad contemporánea del capitalismo degrada en clientelismo en sus versiones más corruptas.
El compromiso de la política con la realidad incluye otra dimensión y es aquella que postula que ante los dilemas que se presentan nunca existe una solución exclusiva. Aron lo expresa con su habitual lucidez. “Todo político está obligado a tomar decisiones con un conocimiento incompleto”. la reflexión intelectual nos exige durar, pero el oficio político nos reclama actuar como si no dudáramos. En esa tensión debe desenvolverse el hombre público y en esa tensión hay que pensar al estilo político de Carrió.
Valgan estas consideraciones para decir, en primer lugar, que si bien la decisión de Elisa Carrió de irse de
Como las elecciones se ganan con votos, la tentación más grande de la oposición es sumar a todos los que están en contra del gobierno. El “rejunte” siempre es tentador, como es tentadora la fórmula de poder “roba pero hace” que practica el kirchnerismo con el aval “nacional y popular” de los muchachos de “Carta Abierta” y “6,7 y8″ . El “rejunte” en el llano para ganar y ” hacer y robar desde el poder” son dos fórmulas equivalentes de pensar la política. Podemos condenarlas, pero lo que no podemos desconocer es que en más de un caso dan resultados. Al respecto, la realidad nos enseña que muchas veces los “rejuntados” ganan, como muchas veces los “que roban pero hacen” son premiados por la sociedad que, como se ha demostrado en las últimas décadas, si les aseguran algunas comodidades materiales no tienen ningún problema de conciencia en votar a Drácula, del mismo modo que si esas comodidades le faltan tampoco tienen demasiados problemas de conciencia en traerlo a Drácula.
Pero el “rejunte” hoy ofrece otros inconvenientes de índole práctica. La sociedad está avisada sobre sus límites porque persiste la memoria de lo sucedido con
Puede que Carrió a veces se equivoque, puede que a veces sus beligerancia sea inoportuna o que algunos de sus diagnósticos no sean compartidos, pero a pesar de todo sigo creyendo que su intransigencia, su reivindicación empecinada a favor del hecho moral, su capacidad para elaborar discursos inteligentes, son necesarios. Y, además, alguien tiene que hacerlo. A Elisa Carrió hoy se nos hace difícil soportarla, pero si no está la vamos a extrañar.
Hace rato que he dejado de creer en los líderes perfectos, en los puros, en los dirigente infalibles. En realidad nunca ha creído en ellos. Sin embargo, no me resulta indiferente una dirigente que se esfuerza por instalar en el escenario a veces banalizado, a veces amoral de la política, el hecho moral y la inteligencia. No sé si esa será la fórmula para ganar las elecciones, pero si sé que la política sin esas consideraciones no me interesa.
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