“Un nuevo contrato moral es la construcción de la paz y de la nueva prosperidad en la Argentina y América Latina” - Elisa -

viernes, 25 de marzo de 2011

Cuidarnos para no perecer.

Ponencia enviada al conversatorio sobre "Ética del Cuidado: Nuevo paradigma de la civilización". (San Pablo Brasil)

Toty Flores

viernes, 25 de marzo de 2011

Cuando con otros somos nosotros

Cuidarnos para no perecer

Fue a raíz de la invitación para participar del conversatorio que entré en contacto con el nuevo paradigma basado en la ética del cuidado. Al leer el texto base, escrito por Bernardo Toro y Leonardo Boff, me sentí profundamente identificado con muchas de las ideas que allí están planteadas ya que reflejan y le dan un marco teórico a lo que vivimos con mis compañeros de "La Juanita" en La Matanza, Republica Argentina.

"La Juanita" es el nombre de un barrio que queda en Gregorio de Laferrere, en La Matanza, el partido más populoso y también más postergado del Gran Buenos Aires. Ese fue el escenario donde muchos hombres y mujeres desocupados, movidos por el cuidado mutuo, logramos romper con el clientelismo y la pobreza como condición humana irreversible. Aprendimos día a día sin saber, los valores de la Ética del Cuidado. Levantamos la bandera de la educación y el trabajo como derechos liberadores. También entendimos que los hombres no son pobres sino que están pobres y eso nos alimentó de la esperanza porque vimos a la pobreza como un mal a vencer, y no una condición en la que se nace y se muere.

Todo empezó a mediados de la década del ´90 cuando, con la excusa de que las fábricas debían ser modernizadas para que el país continuara creciendo, muchos trabajadores fuimos corridos de nuestros puestos de trabajo. Fue entonces cuando con algunos compañeros fundamos el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD). Con piquetes en las rutas, y protestas cada vez más masivas tratamos de hacer oír nuestro reclamo al gobierno y a la sociedad en su conjunto. Nos organizamos para volvernos fuertes, para reclamar por nuestros derechos. Queríamos, en definitiva, sentirnos cuidados. Ante al abandono de un Estado y porque no decirlo, de la sociedad en su conjunto, decidimos cuidarnos mutuamente para sobrevivir.

La respuesta a esos reclamos vino en formato de plan social: una cuota que el gobierno estaba dispuesto a concedernos para hacernos callar y tapar así el primer signo de un modelo económico en decadencia. Y me detengo un minuto sobre este concepto, en esta respuesta del gobierno uno puede resaltar varios puntos. En su concepción esta política encierra una percepción del otro, en este caso un población desocupada, completamente subestimada. No hubo un proceso de diálogo, un percepción de esos otros protestando como ciudadanos tan dignos como cualquiera, es decir como yo. Esta solución estatal era un paquete para todos iguales y que no cuidaba, sólo encadenaba. La oferta del gobierno dividió al MTD entre los que aceptaron los planes sociales y los que, convencidos de que eso significaba regalar nuestra dignidad, buscamos un camino alternativo. Éramos la minoría, y aun así nos animamos. Convencidos de que solo la educación y el trabajo nos hacen libres, nos abrimos al camino de la autogestión para generar nuestras propias oportunidades.

En una escuela abandonada del barrio La Juanita fundamos el Centro para la Educación y Formación de la Cultura Comunitaria (CEFoCC). Corría el año 2001. Meses más tarde, estallaría en el país una de las más profundas crisis que nos tocó atravesar a los argentinos. En esa misma escuela pusimos en marcha la cooperativa de Provisión de Servicios Educacionales, Asistenciales, y comunitarios “Barrio La Juanita”. Unos palos de escoba, unos pocos kilos de harina, una bañera y un horno de barro nos sirvieron para nuestro primer proyecto productivo: la panadería. Más tarde abrimos una escuela de panaderos, la editorial MTD, el taller textil, el taller de serigrafía, el centro de reciclado de computadoras y nuestro mayor orgullo: el jardín de infantes CIEL (Crecer en Libertad).

Todos estos logros fueron posibles porque en el camino nos animamos a construir con personas de diferentes clases y sectores sociales. Gracias a la Fundación Poder Ciudadano, conocimos al prestigioso diseñador de modas Martín Churba con quien pusimos “el trabajo de moda”. Desde su negocio en Recoleta, el barrio más caro de Buenos Aires, Churba aportó los diseños para la estampa. En el taller de textil de La Juanita, nosotros estampamos los guardapolvos. Quinientos de los mismos fueron exportados a Japón; el resto, vendido en la feria de moda más prestigiosa de Buenos Aires. Si me preguntan si fue tan fácil como se lee, la respuesta es no. Fue un camino largo, de desandar prejuicios, de construir confianza, de cuidarnos mutuamente.

¿Que nos dio Martín? Una oportunidad, seguro. Pero más importante fue lo que nos dejó dar, no vió como otro capaz. Capaz de creatividad, de trabajo, de esfuerzo. Esas mujeres de La Juanita que su trabajo fue mostrado en una de las muestras del mundo de la moda más importante, volvieron a saber que ellas servían. Mejor aún nunca más nadie volvería a hacerles creer que no.

Más tarde llegó la alianza con Maru Botana, con la que preparamos un pan dulce para fabricar en la panadería que cada Navidad nos permite soñar más y más. La lista de organizaciones, personas, empresarios con las que nos animamos a construir excede a los efectos de este escrito, aunque lo justo sería nombrarlos a todos. Debo reconocer que franquear los prejuicios y vernos como iguales no fue fácil, pero finalmente logramos con muchos “otros” integrarnos en un nuevo “nosotros”.

Esta es parte de nuestra historia, me animo a trazar algunos puentes entre la experiencia que vivimos los compañeros de La Juanita y los valores que el nuevo paradigma de la ética del cuidado promueve. En primer lugar, nada de lo que construimos hubiera sido posible si, más allá de nuestras diferencias, no hubiéramos aprendido a mirarnos como iguales y a cuidarnos entre nosotros. En un contexto de exclusión y de desprotección por parte del Estado y la sociedad, de no haber elegido ese camino, probablemente hubiéramos perecido.

En el proceso aprendimos también la importancia de organizarnos y el valor de la conversación para poder hacerlo. Todas nuestras decisiones, todas nuestras dificultades, las diferencias que fueron surgiendo en el camino fueron puestas sobre la mesa y superadas a través del diálogo.

Aprendimos que necesitamos cambiar la clave del éxito y empezar a pensar en esta fórmula del ganar- ganar. Sin dejar a nadie la costado del camino.

Pero también nos dimos cuenta que no podía quedarnos ahí, necesitábamos dar un salto si lo que queríamos también era multiplicar Juanitas por el país, si queríamos también cuidar de otros.

Cuidar desde la política

Muchas personas me preguntan qué me llevó a “embarrarme” en la política cuando podía seguir peleando por la dignidad de muchos argentinos desde La Juanita, reproduciendo la experiencia del cooperativismo, impulsando nuestro proyecto educativo para alcanzar nuestras metas: fundar una escuela primaria, un colegio secundario y una universidad regidos por los valores de la libertad e integración.

En primer lugar, debo aclarar que a la decisión de involucrarme no la tomé solo, sino que fue fruto de un proceso de discernimiento del que participaron todos los compañeros de La Juanita. De ahí que, cuando respondo, lo hago en plural.

Detrás de esa recurrente pregunta se esconde la visión de miles de argentinos que ven a la política como un terreno hostil en el que hay poco margen para el honesto. Ese descreimiento en los políticos tuvo su punto más álgido durante la crisis de 2001, cuando el “que se vayan todos” parecía la única salida posible. Como muchos argentinos, nosotros también creíamos que la mayoría de los políticos eran corruptos e inescrupulosos, que iban detrás del poder por el poder mismo.

Pero cuando, de las manos de Elisa Carrió –líder de la Coalición Cívica-, tuvimos la oportunidad de sumergirnos en ese mundo para devolverle la dignidad a miles de argentinos, dejamos atrás esos prejuicios y nos animamos. La decisión no fue fácil; una vez más, el dialogo fue el camino. Entre todos llegamos a la conclusión de que no arriesgarnos a construir un país sin exclusión desde este nuevo espacio era traicionar nuestros principios. Entonces, a través de mi candidatura a diputado nacional, nos animamos a construir un “nosotros” todavía más integrador.

En 2007 asumí mi banca para trabajar desde allí en el cuidado de tantos argentinos a los que por ahí no conozco, pero que represento. Sigo confiando en el diálogo y la integración –que supone reconocernos como iguales- como los medios más adecuados para alcanzar el bien común.

Los representantes tenemos la obligación de “prevenir daños futuros y regenerar daños pasados”

Las políticas económicas y sociales de las últimas cuatro décadas han llevado a agrandar la brecha entre pobres y ricos, y han hecho desaparecer en muchos argentinos las perspectivas de progreso a partir del esfuerzo. Cuando yo era joven, el ascenso social era factible y probable. Ese sueño, que Florencio Sánchez describió tan bien en su obra M´Hijo, el dotor, estaba al alcance de nuestras manos. En la actualidad, esa posibilidad de progresar a través de la educación y el trabajo parece haberse extinguido. En cambio, lo que reina es la creencia de que alguien que nace pobre, será pobre toda la vida, y morirá pobre.

La falta de perspectiva no es más que el producto de la desigualdad de oportunidades que deja a miles y miles –y cada vez más miles- de compatriotas fuera de los sistemas educativo y económico. El Estado, usurpado por gobiernos que buscan el poder por el poder mismo, ha dejado de ocuparse del cuidado genuino de sus habitantes; ha ido abandonando espacios y dejando a miles de argentinos a la deriva de la pobreza, la desnutrición, la violencia y la droga, por nombrar solo alguno de los males que aquejan a los sectores más postergados. Revertir esta situación es la única forma de regenerar los daños y prevenir que cada vez sean más los argentinos sumidos en la exclusión.

El período de elecciones que se avecina en la Argentina me llevó a reconsiderar mi lugar en la política y a gestar un nuevo sueño: poder dirigir el Ministerio de Desarrollo Social. Mi meta es poder devolverle al Estado la capacidad de hacerse presente en la vida de todos los argentinos como generador de oportunidades. Sólo así lograremos la equidad, la justicia, la integración; solo así venceremos al clientelismo y podremos alzar la bandera de la libertad.

Pienso un Ministerio de Desarrollo Social que fortalezca y amplíe el capital social de cada comunidad, posibilitando una población activa capaz de determinar sus problemas y sus oportunidades. Pienso un Ministerio que escuche lo que la población necesita y puede transformar esa escucha en respuesta. Pienso un Ministerio que vea personas, no números o problemas. Pienso un Ministerio que una, que integre.

¿Por qué no pensar en un Estado que funde una escuela de primer nivel en el medio de una villa de emergencia a la que actualmente no accede ni siquiera la policía? ¿O impulsar al sector privado a que llegue hasta esos barrios marginales con un supermercado, con un correo o con un cajero automático? No hay razones para creer que esta recuperación de espacios perdidos no es posible.

Mientras desde el despacho comenzamos a diseñar estos proyectos a nivel nacional, en La Juanita comenzamos a demostrar que son posibles. En diciembre del año pasado junto con la fundación Oscar Alvarado fuimos detrás de un gran sueño: fundar una escuela primaria que eduque a los chicos del barrio en los valores de la integración y la libertad. El dolor que causó derribar los muros de esa escuela abandonada que en algún momento nos sirvió de refugio, se convirtió en alegría al ver que en su lugar se levantaban las aulas de una cuna de oportunidades para los chicos del barrio.

Ver a esos chicos ir a monitorear la construcción de su escuela todos los días nos llena de un placer inexplicable. Sabemos, soñamos el día que desde La Juanita salgan maestros, músicos, médicos, abogados, ingenieros, políticos que serán excelentes profesionales pero mucho más importante, seres dignos, con sentido de la comunidad, capaces de cuidar y de cuidarse.

Finalmente quería compartir con ustedes un poema de Octavio Paz:

“Para ser yo he de ser otro,

buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy,

no hay yo,

siempre somos nosotros.”

Por otro lado, estamos impulsando la instalación de cajeros automáticos – y por qué no un banco - en el barrio para que los vecinos puedan sacar su plata en La Juanita y comprar en los negocios del barrio, en vez de verse obligados a viajar hasta el centro de Laferrere. Golpeando puertas, encontramos un banco privado dispuesto a hacerlo. Lo mismo. Se puede poner? En qué está todo?

Estas iniciativas integradoras que llevamos a cabo en La Juanita son un ejemplo de lo que deberían ser las políticas públicas para el desarrollo social. Sólo así los miles de argentinos que viven dependiendo de un plan asistencial serán emancipados del clientelismo del gobierno de turno, sólo así el Estado recuperará su función de cuidador.

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