CARTA ABIERTA AL SECRETARIO DE TRANSPORTE
(Por María Laura
Rodríguez). Pasajera del tren del horror.
Señor Secretario de Transportes (y funcionarios con rangos
superiores):
Soy una usuaria más del tren Sarmiento. Hago el recorrido
Once-Moreno todos los días y estuve en el tren que chocó el 22 de febrero
pasado. Y quiero contarles que el accidente no me sorprendió. No sé cuántos
artículos se habrán escrito sobre lo mal que se viaja, ni cuantos conductores
de TV se subieron a un tren con una cámara, pero hacer una de estas notas ya
resulta un cliché. Yo quiero hablar desde otro punto de vista: el problema es
aún más grave que trenes que llegan tarde, se cancelan o la inmensa cantidad de
gente que viaja cada día. El problema es que TBA, quien tiene la concesión del
Sarmiento, es una empresa diabólica. Lo digo porque TBA afecta la personalidad
de la gente, causando estragos. TBA transforma a la gente. Los vuelve
psicóticos. Aquella señora que está comprando pan, en el Sarmiento golpea niños
para poder sentarse. Aquel muchacho que toca la guitarra en la esquina, se
transforma en un torpedo ingresando en el tren, atropellando a quien sea que
esté a su alrededor. ¿Y qué es lo que pasa? TBA le quita el alma a la gente.
Voy a hablar de lo que me pasa a mí, pero estoy segura de
que todos los pasajeros del tren se sentirán identificados: Fuera del Sarmiento,
soy una persona normal. Me encantan los gatos, abuso del sarcasmo y adoro a los
Beatles. Mi trabajo es de ensueño: hago control de calidad de video juegos. Me
levanto todos los días temprano, y me voy a la estación de Moreno, mientras mi
espíritu se apaga lentamente. Cuando llego al andén, me siento miserable. El
espacio está sucio y repleto de gente, y no hay ningún tren. Mientras más
tiempo pasa sin tren en el andén, más siento que la angustia se apodera de mi
alma. Porque sé cómo será el viaje. Cuando llega el tren, siento que somos una
manada de cerdos a la que le acaban de echar comida en el platón. El tren llega
lleno, porque la gente de las siguientes estaciones que va a Once se toma el
tren a Moreno, para asegurarse un asiento cuando ese mismo tren vuelva hacia
Once. Pasamos todos a ser un grupo de miserables que tiene que golpear al
prójimo o ser golpeado para entrar. Mi manera de pensar no me permite golpear a
nadie y por eso todas las mañanas recibo golpes, tirones de pelo, pisadas, y
alguna que otra vez tirones en la ropa que me la terminan rompiendo. Todo esto
para conseguir un asiento o un lugar más o menos cómodo en un tren sucio, con
olor a pis, ventanas que no abren o no cierran, o directamente sin ventanas,
cables hacia afuera, ningún extinguidor ni tacho de basura, chispas que salen
de las ruedas, ventiladores no andan, los pisos rotos con los que la gente se
tropieza. Hay agujeros en el suelo y en los fuelles, y podemos viajar mirando
las vías.
Los pasajeros tenemos horarios que cumplir, y a TBA no le
importa porque ni siquiera cumple los suyos. Perdemos presentismo y premios
cuando TBA quiere. El Sarmiento es lo más putrefacto de la sociedad. Todas las
inmundicias que rodean el mundo se concentran homogéneamente en cada vagón. El
tren es una sociedad en la que cada ser es perfectamente egoísta y agresivo, en
la que la avivada criolla es una virtud respetada y admirada. Una sociedad
donde está bien golpear a cualquier persona que esté cerca nuestro, con tal de
sentarnos. He visto a adultos golpear y empujar bebés. Y cuando termina la
salvajada, la gente se ríe. Porque, claro -dicen ellos- “si no te lo tomás con
humor, vas a vivir angustiado”.
Pero no culpo a la gente, no. Culpo a TBA, quien con su
manejo del transporte público nos enseñó que si no te sentás en el tren viajás
tan pero tan mal que te queda doliendo todo hasta el día siguiente. Nos enseñó
que si no empujás al que está al lado tuyo, él te va a empujar y lastimar a
vos. Nos enseñó que es una guerra y que tenés que matar o morir. Llegué al
punto de llorar todos los días en el andén. ¿Saben por qué? Porque TBA es una
máquina succionadora de almas. Ellos nos tratan como basura, y nosotros
asumimos ese rol aceptando viajar en las repugnantes condiciones en las que
viajamos. He llegado a creer que TBA es el mismísimo Demonio. Y yo me bajo en
cualquier andén y lloro. Lloro casi todos los días. Porque si hay algo que TBA
no me va a quitar, es el alma. Yo aún tengo la mía y sufro, y lloro. Y me
alegra llorar porque significa que todavía siento. Significa que no estoy
dispuesta a perderla, así como pierdo mi dignidad cada vez que me subo al
andén.
Y hoy lloro porque TBA nos quitó los cuerpos de 51 personas
que viajaban conmigo. Sus últimos momentos de vida lo pasaron despojados de su
dignidad y personalidad. Murieron siendo un número más de animales sin
importancia, como somos todos cuando viajamos. TBA nos está matando, y ustedes
no hacen nada para evitarlo. Le entregaron unos hermosos trenes de dos pisos,
que fue como entregarle un Ferrari a un nene de 5 años para que juegue. Le
dieron algo maravilloso a una empresa que es tan incapaz de resolver problemas
que yo ya no me sorprendo con las cosas que veo.
Doy unos ejemplos:
Problema: Por alguna razón a la gente se le ocurrió que en
furgón se puede fumar, y hay tanto humo que la gente se ahoga y no puede
respirar.
Solución de TBA: Sacarle las ventanas a los furgones para
que salga el humo.
Problema: La gente no paga el boleto.
Solución de TBA: Amenazar con una multa si no tienen boleto
a la salida, pero liberar todos los molinetes y tener a dos guardas que en
lugar de revisar los boletos, revisan sus mensajes de texto.
Problema: La gente no quiere salir de un tren que se canceló
sin explicaciones.
Solución de TBA: Mandar un par de empleados de TBA a que
insulten a la gente, les chisten y les digan “fuera, fuera, fuera” como si
fueran perros para que se vayan.
Si TBA fuese un doctor, curaría las fracturas expuestas con
apósitos adhesivos. Lo que pasó ese miércoles no nos soprendió a ninguno. Lo
primero que pensé fue “ufff, ¿y ahora qué pasó?”.
Lucas Menghini viajaba en el mismo vagón que yo. Estaba en
una cabina en la que está prohibido estar. Bah, los pasajeros creemos que está
prohibido entrar ahí porque en realidad no hay prohibiciones explícitas. Pero a
veces entramos, ¿saben por qué? Porque ahí dentro se viaja muy mal. Pero afuera
se viaja extraordinariamente horrible. Quisiera que Nilda Garré viaje durante
un año en el Sarmiento, a ver si no considera jamás ni por un segundo viajar
allí dentro. No, Lucas no tuvo la culpa.
La culpa la tienen ustedes porque no le dieron otra opción a
Lucas. Ni a ninguno de los otros 50 pasajeros fallecidos. ¿Qué hace falta para
que hagan algo? El miércoles se les sumaron 51 muertos que ustedes tienen que
cargar sobre sus espaldas. Durante el resto de su vida van a sentir ese peso.
Como les dije al principio, considero que TBA es el Diablo en persona. Estén
seguro de que va a seguir matando gente.
Mis padres me enseñaron a no usar la palabra “odio”, porque
es una palabra fuerte. Pero se los tengo que decir: Los odio. Los odio por lo
que le hicieron a Lucas. A Lucas Menghini, a los 50 Lucas que murieron en esa
tragedia, y a los 40 millones de argentinos que desde el 22 de Febrero de 2012
también nos llamamos Lucas.
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