Sábado 21 de abril de
2012 | Publicado en edición impresa
Opinión
Resistir
para conservar la salud mental
En el año 1994, decía Julia Kristeva, en su curso "Sentido
y sinsentido de la Revuelta ":
"Estamos hoy entre dos callejones sin salida: fracaso de las ideologías de
revuelta, por un lado; precipitación de la cultura-mercancía, por el otro. De
nuestra respuesta depende la posibilidad misma de la cultura".
En tanto en la Argentina , en esos años, miles de personas eran
empujadas más allá de los bordes de la sociedad, condenadas a la exclusión, a
la marginalidad, consideradas supernumerarias, el excedente descartable del
mercado laboral. Eran los desaparecidos sociales.
Al tiempo que se aplicaban las medidas económicas que nos
subían al tren del Primer Mundo, comenzaba a profundizarse el mecanismo que la
psicóloga social Ana Quiroga llamó "desmentida de la percepción".
Desde el aparato de propaganda del poder se declamaba: "No es que aumenta
la desocupación, sino que hay más gente buscando trabajo", o sin pudor por
la incoherencia: "Hay trabajo, salgan a buscarlo".
Nacían los movimientos de trabajadores desocupados y se
destruían las familias ante los platos vacíos y la publicidad oficial
mentirosa, desde donde se instalaba una relación de poder perversa que inducía
al acatamiento de la exclusión, la sobreadaptación a la nueva situación y el
silenciamiento de los conflictos. Como resultado, las mujeres exigían a sus
maridos que buscaran trabajo y no fueran "vagos", como decían por la
tele.
El objetivo de la desmentida que persigue el relato
hegemónico es marginar y silenciar a quien percibe y denuncia lo que
efectivamente está ocurriendo, descalificando a quien resiste con el estigma de
la locura. Si la persona queda aislada, comenzará a dudar de lo que percibe con
el sufrimiento psíquico que esa duda le genera. Muchos callan para evitar la
estigmatización. De este modo, el poder pretende moldear la interpretación de lo
percibido, ajustándolo a su relato. Entonces, "no hay inflación, sino que
no sé buscar los mejores precios"; "hay salud, hay educación, soy yo
que no encuentro los servicios que brindan la calidad anunciada". "No
hay delito de vaciamiento en YPF, es que por fin recuperamos la soberanía
nacional." Es decir, "soy responsable de mi incapacidad de
discernir".
El resultado es el escepticismo de los ciudadanos respecto
de las instituciones en general y de los partidos políticos en particular.
Sumado a éste, la incertidumbre y la imposibilidad de generar proyectos de
futuro. Si, además, colaboran los medios de comunicación al servicio de la
desmentida de la percepción, se puede generar un daño psicológico masivo
atentando contra la salud mental de los integrantes de la sociedad.
No siempre el régimen logra sus objetivos, muchos ejemplos
a lo largo de la historia muestran que cada tanto aparece alguien, una persona,
un grupo, que, en ejercicio pleno de su libertad, denuncia, como en el cuento
de Andersen: "El rey está desnudo".
Un ejemplo de la resistencia y del quiebre del relato
hegemónico de los 90 es el Movimiento de Trabajadores Desocupados, MTD-La
Matanza, los fundadores de la
Cooperativa La Juanita. Los desocupados que se pararon desde
la dignidad. Fueron el grito que denunciaba que el hombre puede renunciar a
todo, menos a su esencia. El hombre es esencialmente digno. Estaban sanos y se
resistían a la enfermedad. Pichon-Riviêre define la enfermedad como adaptación
pasiva a la realidad.
Los revoltosos
"Toty" Flores, fundador de La Juanita , y su pequeño
grupo de "revoltosos" encarnaban, sin saberlo, el germen de la
cultura-revuelta. Decía Julia Kristeva en su curso: "Cuando los excluidos
no tienen cultura revuelta, cuando deben contentarse con ideologías retrógradas,
shows y distracciones que distan mucho de satisfacer las demandas de placer, se
hacen patoteros".
De allí la necesidad de una cultura-revuelta, en una
sociedad que vive, progresa y no se estanca. Habrá sido por su carácter de
revoltoso, que este grupo vivió, progresó y no se estancó. Tal vez por eso en
2001 comenzaron a llegar, en reconocimiento de su dignidad, los otros:
empresarios, industriales, la gente del campo, académicos e intelectuales, que,
hermanados en la condición humana, se sumaron al desafío de superar las
diferencias y reconocerse semejantes. Eran los excluidos morales.
Esta unión en común, esta comunión, se gesta por fuera de
las categorías de clase, de los ideologismos, contradiciendo el discurso del
poder que apuesta, cada vez más, a la fragmentación social. En las personas
aisladas, la desmentida de la percepción es más poderosa y puede llegar a
fragilizar su capacidad de discernir entre la verdad y el relato.
Podemos, a partir de experiencias como ésta, soñar con el
renacimiento de un humanismo nuevo, fundado en los más altos valores de la
condición humana. Lo lograremos si somos capaces de resistir el relato
hegemónico para garantizar la salud mental de nuestra sociedad.
Los autores son
integrantes del Movimiento Humanista de Resistencia y Construcción 2012.
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