“Un nuevo contrato moral es la construcción de la paz y de la nueva prosperidad en la Argentina y América Latina” - Elisa -

lunes, 19 de agosto de 2013

La vuelta de Elisa Carrió

RECOMENDAMOS SU LECTURA.
“El acierto de Carrió y de Solanas fue notable porque comprendieron muy rápido que no había nada profundo que les impidiera aliarse y que, por el contrario, esa alianza era la clave para sumar a un espacio que tenía un futuro posible.”

Pequeña crónica de un milagro

La vuelta de Elisa Carrió
por Quintín

Como mostraron las cámaras de Canal 13, Elisa Carrió llegó ayer al programa de Lanata casi sin poder caminar, al borde de su resistencia. Pero el padecimiento físico tenía su compensación porque cerraba un ciclo de cuatro años con una victoria personal. Ese ciclo comenzó en una circunstancia parecida: en 2009, la oposición le ganaba las legislativas al kirchnerismo en los principales distritos el país. Pero al otro día los otros dirigentes vencedores mostraron su voluntad de claudicar al acudir al diálogo propuesto por el gobierno que no era más que una trampa falaz y perversa para ganar tiempo y desviar la atención de la derrota. Después de eso Carrió —enfrentada con los que habían sido sus aliados— empezó una caída vertical en aceptación y en votos hasta el famoso 1,8% en el 2011. Pero ese no sería el punto más bajo: tras las elecciones presidenciales se decretó su muerte política y sus compañeros, discípulos y protegidos la abandonaron en masa, aun mucho más rápido de lo que solían hacerlo en el pasado. En ese largo período de oscuridad, Carrió no dejó de tener gestos heroicos, como salir en defensa de los hijos de Ernestina Noble (sin que el grupo Clarín la haya apoyado antes ni después) o encabezar las denuncias de corrupción que durante muchos años nadie quiso escuchar.
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No hay nadie como Carrió en la política argentina. Nadie que manifieste un deseo tan vehemente por la verdad, aun por encima de las conveniencias circunstanciales. Lo que irrita profundamente en ella es que quiere tener razón a su manera, no en la que todos le dicen que podría tenerla sin convertirse en una molestia. Esa manera es compleja, contradictoria, hasta contraproducente y está acompañada por la tentación a la autorreferencia. Esa tendencia a hablar de sí misma es el único rasgo que Carrió tiene en común con Cristina Kirchner, de quien es en todo lo demás el reverso exacto: a Carrió le importan poco la apariencia, la imagen, el poder, la gloria, la riqueza y está atravesada por un imperativo moral y político sostenido en una convicción religiosa. No hay nadie así, no hay nadie que haya evitado de un modo tan radical la seducción del poder y esté dispuesto a pelear cada instancia en que la justicia, la honestidad y la libertad están en juego. Pero Carrió quiere dar esa pelea a su manera, con su intuición y sus estrategias.
Carrió tiene limitaciones que la llevan a decir “diabetis” o a recurrir a metáforas creativas pero extravagantes con pasajes bíblicos o relatos históricos. Así como le gusta expresarse en parábolas, su modo de operar en política se sostiene en interpretaciones de la realidad que no coinciden con la que suelen hacer los medios ni los académicos. La excentricidad de Carrió la hace una víctima ideal de los cultores del lugar común periodístico (“rompe todos los partidos”, “es destructiva y agresiva”) y de quienes gustan exhibir su barniz universitario, su aprendizaje sobón de las ciencias sociales (es un “alma bella”, una “honestista”, una “denunciadora”). El pensamiento de Carrió se ha mantenido firme: siempre fue una republicana de centroizquierda que no practica ni el cinismo de la realpolitik ni entona las canciones de la ideología. En cambio, las críticas han cambiado de sentido: de ser repudiada por “derechista, esbirro de Magnetto”, Carrió pasó a ser “aliada de chavistas”. Un vistazo a las redes sociales muestra que de irritar como nadie al kirchnerismo, pasó a ser vista como el enemigo por los liberales dogmáticos, por la derecha que se había acostumbrado a ver al PRO como única oposición posible. Su inesperada resurrección ha producido toda suerte de urticarias.
Lo que distingue a un líder político de un funcionario o de un burócrata es la imaginación para salir de las circunstancias difíciles de un modo creativo y posible. Con la invención de UNEN a partir de la alianza con Pino Solanas, Carrió demostró su talento para la invención y también para el posibilismo. Hizo algo que nadie esperaba en el momento justo y mostró otro rasgo que define a los buenos políticos: ver una fuerza electoral que está oculta por la particularidad de las circunstancias. Porque a diferencia de Massa o de Cobos (otros que hicieron una jugada importante en estas elecciones), quienes canalizaron el obvio descontento con el oficialismo en sus distritos, Carrió contribuyó de un modo decisivo a recuperar un espacio que durante mucho tiempo fue característico del electorado porteño y que estaba oculto en los últimos años, aplastado bajo los partidos del poder (el PRO, el FPV). Carrió y Solanas descubrieron que era posible una recuperación de la centroizquierda bajo otras condiciones y con otras reglas, una unidad en la diversidad que permita construir, sin ceder al personalismo ni al chantaje de la ideología, que es el juego en el que tanto los dirigentes PRO como los del FPV se sienten cómodos. Solanas y Carrió, utilizando el mecanismo de las elecciones internas que permite el funcionamiento de los partidos políticos en democracia, crearon un espacio amplio y generoso y lo condujeron hacia la victoria.
Contra un aparato de enormes recursos, contra medios que estuvieron invariablemente a favor de sus adversarios, contra la incomprensión que despiertan sus modos desprolijos y su voluntad de no rendirse, Carrió logró una hazaña que es menos la de su voluntad que la de su notable manejo de la lógica política y de su flexibilidad para la alianza (que tan bien utilizó siempre como parlamentaria). La fórmula con Pino fue un conejo sacado de la galera frente a la mirada atónita y rencorosa de quienes tras acusar a Carrió de ser demasiado purista, ahora le reprochaban juntarse con los enemigos de la democracia, identificando maliciosamente el pensamiento geopolítico de Solanas —que necesita sin duda aggiornamiento— con una claudicación frente al gobierno, cuando en estos años Pino se opuso claramente a la mentira y a la corrupción kirchneristas y cuando se hizo evidente que no son las leyes sino el estilo, la gestión y las políticas lo que identificó el gobierno de estos años. (Es muy pobre y hasta muy infame la propaganda que intenta arrinconar a Carrió y Solanas en sus votos como diputados y hasta en la asistencia a las sesiones).
El acierto de Carrió y de Solanas fue notable porque comprendieron muy rápido que no había nada profundo que les impidiera aliarse y que, por el contrario, esa alianza era la clave para sumar a un espacio que debía ser redescubierto. Un futuro interesante aunque para la mayoría de los observadores tuviera toda la apariencia de un cachivache, como dijo uno de sus enemigos más insidiosos. Pero la Coalición Sur ganó la interna de UNEN y UNEN resultó primero en las PASO y acercó la posibilidad de concretar el objetivo que Carrió propuso de entrada: sacarle el tercer senador al kirchnerismo. Pero no solo fue eso: UNEN dio pruebas de su vitalidad, de su capacidad de generar políticas al hacer que los dirigentes de las distintas tendencias terminaran juntos en el escenario del domingo a pesar de la aspereza del debate que los medios intentaron explotar sin suerte. UNEN, incluso, permitió que una figura como Martín Lousteau se rescatara a sí mismo de su pasado en el gobierno de los Kirchner a fuerza de exhibir sensatez, inteligencia y espíritu democrático (Lousteau puede ser un gran candidato a intendente en 2015 si la victoria de UNEN se consolida en octubre).
Pero vuelvo a Carrió el domingo a la noche, exhausta y feliz enPeriodismo Para Todos. En su discurso en estos días, más allá de la firmeza y el brillo que suelen acompañar sus intervenciones, apareció un motivo recurrente: Carrió dijo que después de mucho tiempo no se había sentido sola, sobre todo porque Solanas puso hombro a hombro con ella su trayectoria. Ambos demostraron que comparten una noción de la grandeza personal y política tal vez difíciles de precisar, pero contagiosas e imprescindibles en un momento en el que la imagen de los líderes está construida en el laboratorio de la propaganda y de la especulación. Carrió, con todo lo que sufre y con todo lo que puede equivocarse, demostró ser de carne y hueso y que se puede hacer política sin otra herramienta que las convicciones de un ciudadano. No hay nada más profundo ni verdadero en la democracia.
Foto: Flavia de la Fuente

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